Inicio
Autoridades
Pastoral Vocacional
Historia
Constituciones y Directorio
Estatutos y datos jurídicos
Consejo Económico
Comunidades
Colegios
Otras obras de la Institución
Noviciado
Contacto
 
 

PRIMERA PARTE
ESTADO RELIGIOSO
CAPITULO PRIMERO

El Hijo de Dios ha hecho camino para nosotros.
Y este camino nos lo ha mostrado y enseñado con
Palabras y con ejemplos, Nuestro Padre San Francisco,
Verdadero amador e imitador suyo.
(Testamento de Santa Clara)

Naturaleza del Instituto
1.- El Instituto de las Hermanas Terciarias Franciscanas de la Caridad es de Derecho Pontificio y agregado a la Orden  Seráfica. Fue fundado en 1880 por la Madre Mercedes Guerra y Contreras y hace profesión ante la Santa Iglesia de observar el Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según la regla de San Francisco.

Fin y espíritu del Instituto
2.- El Instituto tiene por título “Hermanas Terciarias Franciscanas  de la Caridad” y su Fin es promover la Gloria de Dios y la propia santificación ejercitando la caridad en la asistencia a los enfermos y educación de los niños.

3.- Organizada la Congregación de acuerdo a las normas de la Iglesia, reconoce como a sus peculiares leyes fundamentales, el Santo Evangelio vivido  según la Regla de la Tercera Orden de San Francisco y estas Constituciones vividas en común.

4.- Las Hermanas esfuércense en indagar, entender y venerar juntamente con la Regla, la vida y los escrito del Patriarca de Asís, para conocer mejor el espíritu y los objetivos  propios de nuestra fundadora.

CAPITULO SEGUNDO

Vida Consagrada
5.- Por la Profesión religiosa las Hermanas hacen una total consagración de sí  a Dios y a su gloria que las lleva a participar más íntimamente de la vida y misión redentora de Cristo (1).

Profesión de los Consejos Evangélicos
6.- Las Hermanas que profesan los Consejos Evangélicos busquen y amen ante todo a Dios que nos amó primero (2) y traten de fomentar en toda ocasión la vida escondida con Cristo en Dios (3) de donde fluye y se urge el amor al prójimo para la salvación del mundo y la edificación de la Iglesia.

7.- La consagración será tanto más perfecta cuanto por vínculos más firmes y más estables representan mejor a Cristo unido con vínculo indisoluble a su Iglesia (4).

8.- Al consagrarse confíen en la fidelidad de Dios. Para perseverar y progresar en esa donación es necesario:

  1. Fe para profundizar el sentido y valor de la entrega.
  2. Esperanza gozosa en el Reino.
  3. Caridad fraterna.
  4. Vida de oración.
  5. Devoción filial a la Santísima Virgen María.
  6. Practica de la mortificación.
  7. Generosa dedicación al trabajo, como misión.

9.- El ideal y carisma de la Madre Fundadora se manifestará en el testimonio de nuestra vida consagrada imbuida del espíritu franciscano de alegría y paz.

10.- La preparación específica de cada miembro de la fraternidad sea integral para hacer accesible las verdades reveladas y con  generosidad lleven el impulso y estímulo de la unión con Cristo para formar las mentes de la juventud y la niñez con una fe profunda, una esperanza confiada y  una ardiente caridad a lo largo de las tareas docentes y asistenciales.

CAPITULO TERCERO

Bienaventurados los pobres de espíritu
porque de ellos es el Reino de los cielos.
(Mt. 5,5)

Voto de Pobreza
11.- Por la profesión de pobreza la religiosa se compromete a vivir pobremente, sabiendo que el único absoluto es Dios, comparte los bienes y anuncia la gratuidad de Dios y sus dones.
Con su testimonio es una denuncia evangélica de quienes viven egoístamente para sí los bienes que Dios otorga al hombre para beneficio de la Comunidad (5).

12.- Fieles al espíritu  de San Francisco que animaba a la Madre Fundadora en su obra apostólica, las hermanas deberán basarse en una actitud de pobreza radical, esto es en una separación de sí y de las cosas propias, a ejemplo de Cristo, que siendo rico se hizo pobre por amor nuestro (6).

13.- Por el voto de pobreza la religiosa se obliga a someterse a las superioras en el uso y disposición de los bienes (7) respondiendo al llamado del Señor que la invita a dejar cuanto tenga y abrazarse con el ideal evangélico según  el espíritu franciscano.

14.- Las Hermanas procurarán ser pobres con Cristo y como El, que ha sido el primero en darnos  ejemplos de un despojo extremo.
Contemplándole con frecuencia y largamente serán capaces de dar a su comunidad cuanto son y cuanto tienen: energías, cualidades, el fruto de su trabajo, pensiones, seguros, subvenciones y todo cuanto reciban.
En su modo de vivir tanto individual como colectivamente, confórmense al estado de las personas de modesta condición, cuidando todo aquello que aleje de ellas a los pobres. La Iglesia necesita ser como arrastrada por este testimonio (8).

15.- Las Hermanas deben dar a entender por su modo de vida que han escogido la sencillez, los medios pobres y la austeridad para todo lo que concierne a su vida personal y comunitaria (9).
Siendo pobres no solamente de espíritu, sino también de hecho. Por ello se debe rechazar en la casa incluso la apariencia de lujo, de lucro y acumulación de bienes (10).

16.- Vivir de su trabajo ha de ser la forma de expresar la pobreza en el mundo de hoy. Valoren también las  Hermanas como deber suyo, el sentirse solidarios con la clase humilde y trabajadora y promuevan su desarrollo (11).
Este trabajo realizado como entrega voluntaria y gratuita a nuestras obras de apostolado nos llevará a la práctica de una vida sacrificad y marcada por la caridad fraterna.

17.- Por la virtud de la pobreza las hermanas deben estar dispuestas a sufrir  privaciones. Imitaran  al Divino Maestro, amando todas, la  pobreza y procurarán distinguirse en ella.
Experimentarán sus rigores con alegría, pues ésta es la virtud en la cual Nuestro Señor fue modelo en el pesebre y en la cruz.

18.- Tanto la religiosa de votos perpetuos como de votos temporales conservan jurídicamente la propiedad de sus bienes y la capacidad de adquirir otros. Antes de la primera profesión cederán libremente la administración, uso y usufructo de sus bienes a quienes deseen y antes de la profesión perpetua deberán hacer testamente civilmente válido. Para cambiar ambas cosas se requiere el permiso de la Superiora General.

19.- Para conservar la preciosa herencia del Espíritu Seráfico y consolidar las Bienaventuranzas, las Superioras provean a las súbditas de cuanto necesiten teniendo en cuenta la salud, edad, estudios, exigencias del apostolado y condiciones impuestas por los tiempos y lugares.

20.- Para la religiosa franciscana el ideal de pobreza se identifica con el despojo total de Cristo en la Cruz  e implica  una actitud de conversión sincera anhelando reflejar la vida de Cristo.
Conversión que debe surgir de una pobreza convencida y personal, nunca limitad y reducida a permisos para comportarse, sino que la vive como una responsabilidad que la empuja por entero a un seguimiento cada vez más cercano a su modelo, Cristo en la Cruz.

La obediencia franciscana responde a una exigencia
Fundamental de la caridad evangélica.
Para nuestro Padre San Francisco
la obediencia es  “hermana” de la santa caridad.
(Saludo a las virtudes San Francisco)

Voto de obediencia
21.- Nuestro Señor se humilló haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de Cruz (12). Por eso la hermana que emite el voto de obediencia se  obliga a someterse a las legítimas superioras en todo aquello que directa o indirectamente pertenece a la vida del Instituto, al ejercicio de los consejos evangélicos y a la propia Regla y Constituciones.

22.- Las Hermanas en seguimiento de Cristo obediente y con María, modelo de perfecta mujer, deben dar la nota distintiva de auténticas religiosas, mediante una docilidad humilde y pronta, conscientes de que el bien de la fraternidad es obra de todas y, como hijas de la Iglesia, están llamadas al testimonio fiel de esa obediencia activa y responsable y a la generosa adhesión a su auténtico Magisterio. (13).

23.- El sacrificio del ejercicio totalmente autónomo de la libertad se hace incomprensible sin el amor de Cristo (14). Procede de una fe viva y coherente hasta las  últimas consecuencias y obtiene para el alma la libertad interior y espiritual que nos trajo el mismo Señor.

24.- La Superiora tiene el deber de ayudar a las  Hermanas a realizar cada vez más perfectamente su vocación (15).
El ejercicio de la autoridad en espíritu de servicio y de amor a toda la fraternidad, es una tarea vital aunque difícil y requiere valor y entrega.
Exige, constante oración, reflexión, consulta, pero también, valientes decisiones. (16).

25.- A la Superiora corresponde guiar a todas las hermanas  en la búsqueda de la voluntad de Dios y del bien común y deberá corregir las faltas con delicadeza y firmeza, siendo sensible y clarividente en esta obligación indispensable. Es responsable delante de Dios, de la Iglesia y de la misma comunidad que espera su servicio (17).

26.- Las hermanas apoyarán su voto de obediencia sobre una relación de confianza y serenidad con su Superiora quien las escuchará de buena gana fomentando sus inquietudes e iniciativas.
Cuando la religiosa considere que se le impone un precepto superior a sus fuerzas, manifieste sencilla y llanamente la dificultad que siente y espero confiada la decisión definitiva. Corresponde  a los superiores sin embargo la última palabra en cualquier determinación, concientes de que existe un plan de Dios que exige el sacrificio de  la propia libertad (18).

27.- Si alguna vez por decisión de la Superiora y el parecer de la súbdita se suscitará algún conflicto, ambas partes, puesta las miras en el bien común, tratarán con serenidad de discernir la voluntad de Dios sin omitir la oración y la consulta a las Superioras Mayores según el caso.

28.- Las Superioras y hermanas iluminadas por el Evangelio, el espíritu  del Instituto y las circunstancias consideradas con signos, busquen  en  diálogo  fraterno  la voluntad  de Dios sobre la Comunidad. En caso de disparidad, la decisión puede ser motivo de sacrificio para quien obedece, recuerden entonces por su consagración se han obligado a imitar a Cristo que se hizo obediente hasta la muerte y muerte de Cruz (19).

29.- Las hermanas tendrán una profunda veneración al Romano Pontífice a quien están sujetas de un modo inmediato y obligadas a obedecer aún en virtud del voto de obediencia.
Con los Obispos serán respetuosas y les obedecerán a norma de los Sagrados Cánones.

30.- Tendrán presente las hermanas que la obediencia religiosa es un don, que al profesarlas entran en el misterio de Cristo Redentor de una manera más profunda, lo que no puede hacerse sin fe y sin la ayuda del Espíritu Santo (20).

La castidad por el Reino de los Cielos es un
don de la gracia divina por el cual se consagran
con corazón indiviso  al amor total  de Dios.

Voto de Castidad
31- Por el voto de Castidad la religiosa se obliga al celibato cristiano y por un nuevo título, el de la consagración a Dios, debe abstenerse de cualquier acto externo e interno opuesto a la castidad (21). La castidad consagrada por amor del Reino es un don recibido del Padre que libera el corazón de cualquier atadura (22).

32- Las hermanas están llamadas  a ser como Cristo y su Madre Santísima. Amarán a Dios con amor exclusivo y esponsal, por  la donación de todo su ser humano, alma y cuerpo a Aquel que se ha dado completamente a los hombres mediante la Encarnación, la cruz y el anonadamiento (23).

33- La castidad crece segura cuando las hermanas unidas  en amor fraterno, oran y trabajan con entusiasmo y la vida consagrada se desenvuelve en un marco sereno y alegre, con madurez afectiva en el trato amable con las personas, la decisión de amar a Cristo esencialmente casto, con corazón indiviso conscientes de las riquezas de la gracia (24). La  guarda de los sentidos, la mortificación, el sacramento de la reconciliación y la Eucaristía, junto con la acendrada devoción a la Santísima Virgen y a la vida de oración, favorecen el espíritu de fe que las impulsará a vivir en plenitud su virginidad consagrada.

34- Por el testimonio de castidad consagrada, las hermanas comienzan a ser lo que todos los hombres serán, teniendo ya en este mundo la gloria de la Resurrección (25).
Traten a todos con respetuosa caridad que las conviertan en signo alentador ante el pueblo de Dios.

35- El don de la castidad debe ser conservado con diario afán y esfuerzo. Conscientes de su debilidad y sin presumir de las propias fuerzas, las hermanas guardarán sus sentidos, vigilarán el corazón, vivirán en austeridad y trabajo. Imitarán a María de quien dice San Ambrosio: “Ella era Virgen no solo en el cuerpo, sino también en el alma, exenta totalmente de cualquier engaño que manchase la sinceridad de espíritu, humilde de corazón, grave en su lenguaje, prudente en su pensamiento, parca en palabras... ponía su esperanza no en la incertidumbre de las riquezas, sino en la oración del pobre”.
Era siempre laboriosa, reservada en sus conversaciones, habituada a buscar a Dios (26).

CAPITULO CUARTO

Puesto que soy siervo de todos estoy obligado
a servir y a suministrar las profundas
Palabras de mi Señor.
(Testamento de San Francisco)

Vida Común
36- El espíritu de fe, esperanza y caridad constituye el lazo viviente que une en sí a la comunidad y hace presente en ella al Señor.

37- Las hermanas como  miembros de una familia religiosa, reflejaran en su vida común, el ejemplo de la Iglesia primitiva, en que la muchedumbre de creyentes tenía un solo corazón y una sola alma (27).
Procurarán reproducir en la vida fraterna la imagen Trinitaria y gozarán de su presencia, dando testimonio para que el mundo crea.

38- Nuestra vida común, radica, florece y se renueva en la caridad. La caridad es la fuerza que realiza el milagro de nuestra comunión fraterna, es la que une, tolera y perdona, la que establece relaciones durables, la que renueva los sentimientos y comprende las flaquezas del prójimo.
No cela, no es envidiosa, no se irrita, no piensa mal. (28).

39- Las hermanas procurarán el ejercicio de la humildad. Esta debe traducirse en una aceptación de sí mismas y de las demás en una constante actitud de servicio.

40- Las hermanas estarán íntimamente entregadas por la profesión al servicio de Cristo, de la Iglesia y del mundo. Por tanto ordenarán su vida y actividad a manifestar la gloria de Dios en el mundo, dando con sus palabras y con sus obras testimonio de la presencia de Cristo y del Reino de Dios que se avecina.

41- Tengan presente las hermanas que la vida común, bien llevada, es signo de caridad, causa de unión fraterna y ejercicio de muchas virtudes (29).

Vida Fraterna
42- La Congregación  va en seguimiento de Cristo pobre, casto y obediente. Sus miembros actuarán como  Hijas de un mismo Seráfico Padre que recomendaba a sus seguidores la caridad sobre todas las cosas. En consecuencia las hermanas estarán en actitud de máxima disponibilidad para amar en plenitud a sus hermanas, compartir todo con ellas y unirse estrechamente para cumplir con fidelidad la voluntad de Dios.

43- Nuestra vida fraterna debe imitar la sencillez de la vida del hogar de Nazareth y la de San Francisco con sus primeros seguidores.
Para esto las hermanas se reunirán visiblemente en torno  al Altar del Sacrificio con profunda piedad y exquisita veneración.
Cada casa debe ser sobre todo, lugar de oración y recogimiento, de diálogo personal y comunitario con Aquel que es y debe ser el primero y principal interlocutor de sus jornadas (30).

44 – Por respeto a la legítima intimidad comunitaria y personal las hermanas mantendrán una prudente clausura quedando sujeta a ella la casa habitación de las hermanas (31).

45 – La familia franciscana se centra en la Eucaristía, se fundamenta en la fe y se consolida en las relaciones interpersonales, porque los lazos espirituales no pueden crearse, desarrollarse y perpetuarse sino mediante un trato diario y prolongado (32).

46 – La vida de fraternidad implica participación de bienes temporales y espirituales, encararán las obras y trabajos que son la expresión del  fin del Instituto en estrecha colaboración desde, en y con la comunidad.
Se recomienda que el comportamiento de cada una esté animado del espíritu de Cristo  que revela una caridad sobrenatural, marcada por una delicada sencillez que exige revestirse de la humildad y mansedumbre del Señor.

47 – Las hermanas deberán fomentar en sí las aptitudes para el diálogo.

48 – El amor fraterno compromete la responsabilidad de ser custodio de la reputación y el buen nombre de las demás. Hablar bien de las hermanas contribuye a crear lazos de unidad (33).

49 – Para vivir en Cristo las hermanas procurarán el silencio interior. El silencio es el ambiente apto para el crecimiento de la vida espiritual (34).

50 – La consagración a Dios es verdaderamente una realidad profunda y no carece de importancia y el llevar de modo permanente el signo exterior que constituye el hábito religioso del Instituto. Recuerden las hermanas que es un medio de romper con el espíritu del mundo, que es un testimonio silencioso y signo de separación definitiva de los intereses humanos y terrenos, compromiso de pobreza y desprendimiento alegremente vivido (35).
En nuestro Instituto el uso del hábito, cuya forma se establece en el Directorio, es obligatorio para todas las hermanas de la Congregación.

51 – Las hermanas podrán visitar a sus familiares. La frecuencia de estas visitas serán reguladas por la caridad, la necesidad y la obediencia. Podrán hospedarse alguna vez en casa de su familia, sin que esta facilidad se convierta en costumbre o derecho adquirido.

52 – Para salir de la casa las hermanas deberán solicitar la autorización de la Superiora.

53 – La Superiora General con el consentimiento de su Consejo con justa causa podrá permitir a una religiosa que viva fuera de una casa del Instituto de acuerdo a las normas del Derecho (36).

54 – En el uso de los medios de comunicación observaremos la necesaria discreción y evitaremos cuanto pueda ser nocivo para nuestra vida consagrada (37).

55 – Alimentadas de la Eucaristía, de la oración frecuente, de la liturgia de las horas y,  de la lectura espiritual, permanecerán unidas en los mismos ideales de santificación. El trabajo entusiasta, el silencio, las reuniones de estudio, la mesa común, el compartir las alegrías, y las penas, todas la  ayuda benigna y tolerante e incluso la corrección e una mutua edificación, fomentará la comunión fraterna y el carácter profundamente familiar que se requiere en un Instituto rico en Paz y Bien.

56 – Toda comunidad rodeará de respeto, de afecto fraterno y de gratitud a las hermanas ancianas y enfermas, procurando así mismo que estén atendidas espiritualmente.
Se pondrán cuantos medios se consideran necesarios para el restablecimiento de la hermana enferma. Ella recuerde que cumple en su cuerpo lo que falta a la Pasión de Cristo en la Iglesia y que de este modo coopero a la fecundidad de la misión apostólica de la comunidad y Congregación.

57 – Permanezcamos unidas en la fe a las hermanas que nos han precedido y que viven en Cristo. Su ejemplo nos estimule y su intercesión nos acompañe. Seremos, además constantes en ofrecer por ellas los sufragios prescriptos en el Directorio.

CAPITULO QUINTO

Os ruego a todos vosotros hermanos, que tributéis toda la reverencia
Y todo el honor que podáis al Santísimo Cuerpo y a la Santísima
Sangre del Señor Nuestro Jesucristo.
(Carta de San Francisco)

Comunidad Orante
58 – La oración es el deber fundamental y el primordial derecho del alma consagrada: por eso las hermanas todos los días tendrán una hora  dedicada a la oración mental común, de modo que mediante la lectura y meditación de la Sagrada Escritura descubran la fascinadora y tremenda realidad de Dios tres veces Santo (38).

59 – Tomando como supremo modelo a Cristo Jesús que estaba en el cielo mientras andaba en la tierra, las hermanas para poder dedicarse a la oración con generosidad, necesitan del silencio en todo su ser por medio de una auto disciplina, en zonas de silencio efectivo. Como una exigencia personal y comunitaria practicarán el silencio, teniendo cada día un tiempo en que dejándolo todo, incluso el mismo trabajo apostólico se dediquen exclusivamente a la oración (39).

60 – Diariamente, a ser posible, participaremos corresponsable, plena y activamente en el Sacrificio Eucarístico , memorial de la Muerte y Resurrección del Señor, signo de unidad, vínculo de caridad. Instruidas por la Palabra de Dios, alimentadas por el Cuerpo del Señor, daremos gracias a Dios. Ofrecemos la Hostia Inmaculada no solamente por las manos del Sacerdote, sino juntamente con  él, renovando día a día la ofrenda de nosotras mismas, hasta que lleguemos a la unidad con Dios y entre nosotros, de modo que Dios sea finalmente todo en todos (40).

61 – La Eucaristía se completa y prolonga a través de la oración en el quehacer cotidiano como “sacrificio de alabanza”.
Las hermanas glorificarán solemnemente al Señor al recitar el Oficio Divino, cuyo rezo es la voz de los que en su debilidad no se atreven a llamar a Dios su Padre (41).
Por lo tanto, dando gran importancia a la liturgia de las hora, será obligatorio en Comunidad el rezo diario de Laúdes, Vísperas y Completas. Como lectura espiritual pueden cada día rezar en privado el Oficio de  Lectura, tan rico en contenido para los diálogos sobre temas espirituales.

62- Todos los días saludarán a la Santísima Virgen con el rezo del Ángelus.
Al finalizar la jornada, examinarán la conciencia y pedirán perdón de sus faltas al Señor. Conocedoras de su debilidad, las religiosas procurarán con gran interés la confesión frecuente para concentrarse con Cristo en el Sacramento de la Reconciliación y dirección espiritual, que les acrecentará el júbilo de la unión intima por el amor.

63 – En una civilización cada vez más sonora, moral y locuaz, las zonas de silencio se convierten en una necesidad vital. La comunidad tendrá un día al mes retiro espiritual para tratar mas íntimamente con el Señor. En silencio reflexionarán sobre la fidelidad de la propia consagración y la vida de fraternidad (42).
Todos los años, alejadas de las ocupaciones cotidianas, tendrán ejercicios espirituales durante seis día completos, en silencio y oración intensa, comparable en todo al desierto bíblico donde habla el Señor al corazón y las asocia a su obra de salvación (43).

64 – La devoción a María Santísima la expresarán en el conocimiento teologal de su privilegiada misión el plan de Dios y en la imitación de sus actitudes evangélicas.
La Comunidad dará especial realce, a la celebración litúrgica de la fiestas de la Virgen y el rosario rezado diariamente, será la oración con María, para meditar junto a Ella, los misterios que  Ella como Madre meditaba en su corazón (44).
María Santísima estará siempre en el centro mismo de la adoración. Ella es la primera entre las que piden y es la Omnipotencia Suplicante (45).

65 – No menos regocijo sellará los días que la Santa Iglesia ha fijado para honrar al Patriarca de Asís que debe ser venerado por las hermanas con filial gozo, ya que es el maestro y modelo en su peregrinaje. Será motivo de estudio y reflexión todos los escritos pero en especial el Testamento que enseña la sabiduría de la Regla.
La contemplación del Vía Crucis sea para las hermanas un signo de la humildad perseverante como lo fue en el Santo de Asís que le mereció la visita del Serafín Crucificado que lo configuró plenamente con Cristo dándole el carisma singular del amor, la paz y la alegría que lo caracterizó en su doctrina y ejemplo.

CAPITULO SEXTO

Si alguno quiere venir en pos de Mí, tome
su cruz cada día, niéguese a sí mismo y sígame
(Mt. 16,24, Lc. 9,23)

Configuración con Cristo  
66- Por el sello de los estigmas, Cristo, Pontífice Supremo, confirmó la Regla en Alvernia dando a sus palabras y a sus actos la garantía de autenticidad. Francisco, hombre evangélico, descendió de la montaña llevando la imagen del Crucificado, no esculpida sobre tablas de piedra sino reproducida en propia carne por el dedo del Dios vivo.
Con agradecimiento por este don, las hermanas quieren vivir la misma vida de dimensión eclesial de su vocación y harán suya la realidad del “Misterio Pascual” (46).

67 – Los miembros del Instituto deben amar la vida austera y soportar con serenidad el sufrimiento diario, las estimulará a la constancia en el trabajo como signo de pobreza evangélica, la  fidelidad al deber y que no se preocupen por las satisfacciones efímeras de la tierra. Así experimentarán que el yugo es suave y la carga ligera completando en la propia carne, por amor a Cristo y a su Iglesia lo que falta a la Pasión del Señor (47).

68- Las hermanas no deben ceder a la sutil tentación de unificarse con el mundo, ni siguiera con pretexto de conocerlo mejor, pues corren el peligro de quedarse prendidas en sus  redes. Recuerden frecuentemente las recomendaciones del Maestro “Vosotros estáis en el mundo, pero no sois del mundo” (48).
Evitarán todo lo que pueda perjudicar la vida espiritual, el clima de recogimiento y el empleo saludable del tiempo, como puede ser el abuso de la televisión, la radio, las lecturas frívolas.

69 – En unión con Cristo paciente, crucificado y agonizante  practicarán  los ayunos y abstinencias que ordene la Santa Iglesia y con sentido penitencial establecerán otros actos, de acuerdo a las condiciones de edad y salud para mantenerse siempre moderadas en el comer y el beber (49).
También es ejercicio de mortificación individual la delicada atención hacia los demás, el recto uso de la palabra de donde emana el silencio apto para crear un ambiente apropiado para que el alma viva intensamente su consagración.

70 – Toda la Comunidad respetará en su casa la intimidad de la familia, no siendo fáciles en admitir a los seglares en la partes destinada para las religiosas sólo en casos especiales, o por necesidad a operarios o profesionales insustituibles.
Las hermanas no aceptarán invitación para hacer visitas o paseos inútiles, procurando más bien compartir con la Comunidad los breves momentos de descanso y recreación.

71 – Cada hermana es responsable de la observancia de las otras y en la medida que miren con generosidad el ideal que han elegido se ayudarán a ser fieles a las exigencias de la vocación hasta la muerte.
La fidelidad a la vida consagrada es un don de Dios.
Reconociendo siempre su pequeñez y su total dependencia del Señor, perseveren con buena voluntad aún en los momentos de dificultad y desaliento acudiendo a la protección maternal de María y jamás se sentirán solas en la tristeza y abandonadas al desaliento (50).

CAPITULO SEPTIMO

En la Eucaristía  adquirís mayor comprensión
Y misericordia para con el pueblo de  Dios y
En la Eucaristía recibís fuerzas para  perseverar
En la dedicación a un servicio abnegado.
(Juan Pablo II)

Actividad apostólica
72 – Las religiosas fieles a su profesión, dejándolo todo por Cristo, deben seguirle a El como al solo necesario oyendo sus palabras, solicitas por cuanto a El toca.
Por eso el Instituto buscando únicamente a Dios y unido a Él por la contemplación de mente y corazón, junta el amor apostólico para asociarse a la obra de la Redención y a la dilatación del Reino de Dios.

73 – todos los miembros responden a su vocación de servir a Cristo en sus prójimos, en las obras de caridad que les han sido encomendadas.
Ajusten convenientemente sus observancias y practicas con los requisitos del apostolado a que se consagraron, imbuidas en el espíritu de su vida religiosa que informará toda la acción apostólica y benéfica (51).

74 .- Nuestras fraternidades procurarán insertarse vitalmente como franciscanas, en el medio social en que la Congregación las hizo responsables, mostrando verdadero espíritu de servicio eclesial, desinteresado, abnegado y solidario con todos.
Las Superioras procurarán destinar a las candidatas según sus aptitudes o inclinaciones personales a las distintas actividades en el campo educacional o asistencial.

75 – Las hermanas deben valorizar su misión esforzándose en encontrar formas concretas, para aumentar su capacidad que redundará en un mayor nivel de colaboración, en la obras de misericordia tan recomendadas por la Santa Iglesia y Nuestra Fundadora.
Cultiven las buenas maneras, siendo amables, pacíficas y comprensivas de modo que puedan como levadura transformar la sociedad donde estuvieren insertas.

76 – El Instituto  velará para que sus miembros den un eficiente Testimonio cristiano por medio de la preparación técnica, cultura, social y espiritual especialmente. Que su acción apostólica proceda de una íntima unión con el Señor que le encenderá la caridad para con El mismo y el prójimo (52).

77 – En cada actividad apostólica, debe sentirse reflejada una comunidad de vida. Por tanto promoverán comunitariamente el desarrollo de dicha actividad por una colaboración efectiva y entusiasta que asegure su eficacia.

78 – Las hermanas educadoras, en el cumplimiento de su misión, han de dar un testimonio de vida auténticamente evangélica, según la concepción franciscana, distinguiéndose particularmente con el ejemplo de su caridad, de su justicia social y de su consagración como lo reclama la Santa Iglesia en el mundo  de hoy.

79 – El fin  de la educación es logra que las alumnas tengan una visión del mundo, la vida y el hombre, centrada en Cristo e iluminada por la fe, que se traduzca en un compromiso evangélico.
Para esto traten de orientar toda la cultura humana a la luz de la salvación (53).

80 – Para realizar el anhelo de Nuestra Venerable Madre Fundadora, las hermanas que asistan a los enfermos, ancianos y deficientes lo harán en sus domicilios u hospitales, llevarán a cabo con espíritu de sacrificio y responsabilidad esta obra tan humanitaria y evangélica.

81 – si alguna comunidad, con gran sentido humanitario adoptara una persona carente de familia y recursos, la fraternidad prodigará todas las atenciones del caso para su completa formación cristiana, pero nunca será obligación exclusiva de una determinada religiosa.